CARTA DESDE VERUELA

Monasterio de Veruela, 25 de Enero de 2002

Al contemplar los rincones del Monasterio, uno se contempla a sí mismo.Uno se da cuenta de quién es, de lo que ha hecho, y se reconcilia con el pasado tan veloz, tan fugaz...Uno se detiene y piensa: qué fortuna estar aquí, en esta fortaleza separadora del mundo.

Uno se siente en un pequeño universo dentro de otro universo que espera ahí afuera y al que hemos dicho: ¡Un momento!¡Necesitamos tiempo para recobrar fuerzas, para saborear el elixir de la tranquilidad, para escuchar bajo las pisadas el crepitar de hojas ocres sobre la tierra, en un camino!.

Los últimos años han sido muy intensos: miles de millas en el otro lado del océano, miles de kilómetros para regresar; ni siquiera hemos tenido tiempo de recordar; y ahora estamos aquí al lado de casa. Y el universo entero está depositado en cada una de estas piedras, en cualquiera de estos árboles, de estas veredas, y en todos y cada uno de sus matices, y en las nubes, y en las sombras.¡ Y es que aquí hay tanto que aprender, tanto que sentir, tanto enigma sin resolver!. Es necesario ser agradecidos a todos los que nos precedieron. Fueron muchos más los sabios que los estudiados en los libros de historia.

New York, sinónimo de arte, ruptura de límites y confluencia de todas las culturas, es la ciudad desde donde hemos desarrollado nuestro trabajo y nuestra vida en los últimos años; ha sido el origen, la partida para un largo viaje que nos ha conducido hacia nosotros mismos; el inicio del camino de un "viaje interior" - en todos los sentidos - que hoy nos trae a casa, a Veruela; y que mañana no sabemos a dónde nos conducirá. Pero ahora estamos aquí...Y nos sentimos privilegiados por tener la oportunidad de trabajar, de crear, viviendo en el interior de este Monasterio, y por compartir la vida con las gentes de esta comarca, nuestra gente.Este es el lugar que hemos elegido. Y no lo cambiaríamos por nada en este momento.

Estamos buceando en el inmenso y denso mar oscuro de los sentimientos, para transmutarlo en forma de canciones diáfanas y entendibles en cualquier lugar, al margen de modas pasajeras, sin fronteras. Sencillamente, sentimos estar en el sitio adecuado; sentimos estar atrapando el espacio, el momento que nos pertenece; y de alguna manera sabemos que a partir de este voluntario encierro ya nunca seremos los de antes, quizá ya estemos siendo otros.

Necesitábamos recogernos, aislarnos y, como gusanos de seda, sufrir una metamorfosis. Estamos mudando la piel, de alguna manera hemos muerto para renacer otros, diferentes... hemos cerrado los ojos y hemos despertado después con una nueva forma, con nuevos sentimientos y con el fruto del aprendizaje en nuestras manos, en nuestras mentes, en nuestras emociones. Y debemos seguir aprendiendo, esto es Veruela, la claridad, la consciencia, pero también la conciencia del misterio: ¿De "eso" que nunca jamás llegaremos a comprender del todo?. Pero que sin embargo es la fuente, porque no siempre es necesario comprender para sentir.

Expresar lo inexpresable es tarea de todo arte. Y en esa senda andamos, a veces perdidos, si, pero la vida es perderse para encontrarse después... con un cadáver a quien agradecer poder tener la fuerza necesaria para seguir adelante.

Este retiro en Veruela está haciendo que nos sintamos algo así como una rama nueva, delgada y frágil, pero llena de vida en un gran árbol hierático; casi roca ya, enigmático y a la vez cercano y cálido; fuente de cobijo tranquilo y de sombra fresca; horror sagrado y terrible belleza:

"... árbol que hundes tus raíces en la profundidad de la tierra, en lo oscuro, en el pasado, en lo desconocido, seremos la luz de tus ojos de lluvia."

Mariano Chueca

 

D14 en Veruela